Querido amigo,
Un sitio fascinante que no puedes dejar de visitar cuando viajes a Japón es, sin lugar a dudas, la antigua Nara. Está ubicada a 42 km al sur de Kioto, en la prefectura de Nara, esta ciudad fue la capital de Japón bajo el nombre de Heijō-kyō durante el período Nara desde 710 hasta 784.
Los monumentos históricos de la antigua Nara se inscribieron por la Unesco dentro del Patrimonio Mundial de la Humanidad en 1998, y su diversidad y hermosura es muy amplia. Todos estos sitios se sitúan en ocho lugares distintos de la ciudad, y entre ellos se encuentran cinco templos budistas: el Tōdai-ji, llamado el gran templo oriental; el Kōfuku-ji, el Gangō-ji, Yakushi-ji, y el Tōshōdai-ji. Existe también un santuario sintoísta conocido como Kasuga-taisha, así como el majestuoso Palacio Heijō y el bosque primigenio de Kasugayama.
Las propiedades incluyen 26 edificios que fueron elegidos por el gobierno japonés como tesoros nacionales y otros 53 que han sido considerados como propiedades culturales importantes. Todos los grupos han sido considerados como lugares históricos. El lugar del palacio de Nara fue escogido como un lugar histórico especial, y el bosque primigenio de Kasugayama como un monumento natural especial. Tōdai-ji, Kōfuku-ji y el bosque primigenio de Kasugayama se sobreponen al parque de Nara, un espacio elegido como uno de los «lugares de belleza escénica» por el Ministerio de Educación, Cultura, Deportes, Ciencia y Tecnología.
Algo único e inolvidable es el parque de Nara por sus ciervos sika, los cuales caminan libremente por toda el área verde de Nara y es una de las principales atracciones turísticas tras los templos de la zona. Estos ciervos son muy populares en Nara y los habitantes y lugareños de la zona venden todo tipo de complementos con la cara de un ciervo como símbolo de la ciudad. También es posible comprar “comida de ciervo” (galletitas preparadas por los vendedores) para alimentarlos y, con paciencia, acariciar a estos animales, los cuales están tan acostumbrados a la gente que se dejan tocar.
Charis se emocionó grandemente de ver tantos ciervos y, aunque siempre tiene sus reservas para acercarse a algún animal, ahora no tuvo empacho en acariciarlos y darles de comer. No podía ser de otra forma pues, si al principio se resistía, cuando vio a tantos niños y viejos alimentar cervatillos y tomarse fotos con ellos se sumó a una de las actividades de esparcimiento primordiales de Nara.