Citlali Azcona
“Se está realizando un gran esfuerzo para que sepan realmente de dónde venimos y que conozcan realmente lo que nuestros abuelos, nuestra mamá, nuestro papá nos han inculcado: el idioma náhuatl”. Con estas palabras, pronunciadas en náhuatl por Leo Dan Reyes, se dio por inaugurada la celebración del Día Internacional de la Lengua Materna.
A lo largo de tres días, del 22 al 24 de febrero, el Museo de la Máscara ofreció conferencias, talleres, obras de teatro, exposiciones, entre otras actividades para conmemorar esta celebración que, desde el año 2000, se celebra por decreto de la UNESCO y que busca celebrar la multiculturalidad en el mundo. Y que además, en esta ocasión tiene especial atención por ser nombrado el 2019 el año internacional de las lenguas indígenas.
Un evento realizado sin la
intervención de instituciones gubernamentales, contando únicamente con el
auspicio del museo y la organización de un grupo de hablantes indígenas
encabezados por la Maestra Gudelia Aguilar, coordinadora del área de lingüística
de la UASLP; quienes se encargaron de festejar las lenguas y difundir su habla.
Día 1: Presencia multicultural
El museo abre sus puertas a las
10 am, los expositores comienzan a instalarse, las artesanías Teneks, Triquis,
Wirikutas, entre otras, lucen en todo su esplendor en las mesas de la
explanada. Al fondo, un estrado improvisado para las conferencias. Poco a poco
la gente comienza a llegar, se acerca curiosos a ver los objetos, pero son
pocos los que se quedan a escuchar las charlas.
Personas de las Huastecas, de
Guerrero, de la Sierra de Querétaro, de Oaxaca, se han reunido para mostrar su
cultura; hablan de medicina tradicional, enseñan náhuatl y tenek, y muestran
cómo realizar alguna artesanía. Aunque somos pocos los que participamos en las
actividades, el ambiente es festivo, la gente escucha atenta, interesada; los
expositores comparten felices. En el altavoz suenan huapangos.
Al cabo de las 7 pm nos reunimos todos al pie de las escaleras para la ceremonia de inauguración, con la participación de la directora del Museo Marieta Bracho, el secretario técnico del ayuntamiento capitalino, Jorge Arias Hernández, el director de fomento artístico Manuel Gameros y un representante de cada uno de las etnias invitadas que dan la bienvenida en su respectiva lengua.
Entender la multiculturalidad de
México desde sus diversos idiomas, es comprender que cultura y lenguaje no
pueden separarse; que cada región, cada pueblo, cada etnia vive y entiende el
mundo de manera particular determinado por su forma de hablar. El doctor Jesús
Hernández Jiménez, integrante del pueblo ñañu, habla de esa cuestión en su
interesante ponencia. La discusión se torna amena, el público comparte sus
opiniones y la vasta experiencia del doctor permite el aprendizaje.
La noche concluye en la explanada
que el museo comparte con el Teatro de la Paz, a la tenue luz de la noche, un
grupo de jóvenes Huachichiles ofrecen un ritual. El firme golpe del tambor que
acompaña los movimientos de los danzantes, todos ellos decorados con pintura
negra y roja en sus rostros. Forman círculos en los que bailan, queman copal y
hacen sonar la maraca para agradecer a sus dioses. Al círculo se unen un par de
personas que se descalzan para poder ser parte de la fiesta; alrededor, cada
vez más gente se ha acercado a observar. Y los danzantes gritan, y cantan, y
giran.
Día 2. Títeres para el alma del maíz
Las actividades comienzan a las
10 am nuevamente. La explanada decorada una vez más con las artesanías de las
distintas etnias, cada una diferente a la otra y sin embargo todas comparten
que son el sentido de identidad de su pueblo, su cosmogonía depositada en un
objeto.
Nuevamente se habla de medicina
tradicional y esta vez se enseña mixteco a quien se acerque a escuchar.
Apenas entrar una cosa es clara,
somos pocos, esos pocos somos los mismos de ayer y probablemente, de mañana. Se
siente una especie de familiaridad, quienes estamos ahí compartimos un genuino
interés por la cultura, por el lenguaje y por las raíces. Esa familiaridad
permite llevar a cabo las actividades, emprender el diálogo.
Los idiomas presentes son muchos,
se distinguen el nahuatl, el tenek, el xi’uy, el wixarika, el triqui, el huachuchuil,
el mazahua, el alemán (portado por alguien del público proveniente de ese
país), y el español que en esta ocasión nos une a todos.
Durante horas y a través de las
diversas actividades y conferencias, compartimos nuestros tan distintos modos
de ver la vida; niveles como las relaciones amorosas y familiares, la
organización social, las matemáticas, los modales y los sentimientos, parecen
estar intervenidos por la lengua. Hablar se convierte en un orgullo; escuchar
al otro, en un goce.
Las actividades terminan con una obra
de títeres donde se explica el origen de Dhipak, el alma del maíz, para el
pueblo Tenek.
Día 3. Mirada en lengua pame
Es el último día de actividades,
el itinerario es largo pero interesante. Como había imaginado, los rostros
presentes son en su mayoría los mismos de los días anteriores; a pesar de que
el evento fue abierto al público, la participación fue poca.
En punto de las 10 de la mañana,
las mesas comienzan a prepararse para el tianguis artesanal. Me percato de que
hay un par de artesanías nuevas que no había visto y compro una tortuga
fabricada en madera y semilla, es origen Triqui.
Hablamos de gusano de seda y de
derechos lingüísticos. Es grato escuchar las anécdotas de los ponentes, todos
ellos hablantes naturales de lenguas indígenas, que aprendieron el español para
incorporarse en una sociedad que aún no está preparada para vivir del todo su
multiculturalidad, a la que aún le falta mucho camino por recorrer en materia
de integración. Todos ellos, están haciendo su parte para disminuir una brecha
que no solo es lingüística, sino de derechos humanos, laboral, académica, jurídica.
Juan Rubio es un curandero de la
comunidad Xi’uy o Pames del norte, en Jalpan Querétaro. Toma el micrófono para
compartirnos un poco sobre su vida. Habla en Xi’uy, no podemos entenderlo,
apenas logro distinguir algunas palabras en español que se cuelan en su
discurso, con ello intento imaginar y reconstruir el resto: nos cuenta sobre su
origen, su familia, su trabajo –tal vez–. Me mira fijamente mientras habla, me
da la sensación de que busca en mis ojos el vestigio de la comprensión, no
puedo corresponderle. Resulta interesante este ejercicio para todos los
escuchas, ahora somos nosotros los que estamos en desventaja; me pregunto si
don Juan será consciente de ello, si lo estará haciendo apropósito. Alguien en
el público grita “que hable en español”, pero no es necesario, hay algo más
allá de las palabras que nos permite, a quienes somos pacientes, seguir la
plática. Don Juan Rubio se despide con su español tan particular, tan suyo:
“cuando nos veamos, nos miramos y platicamos otra vez, en nuestras lenguas,
porque todos somos hermanos”.
Más tarde el grupo veracruzano
“Liceo de Matanzas” baila danzón; los asistentes forman grupos y platican entre
ellos, comparten anécdotas, el baile cubano ameniza el lugar.
Nuevamente se lleva a cabo el
ritual huachichil para cerrar la celebración: el baile, el copal, los rostros
pintados, el tambor, la música. Los danzantes agradecen por esta fiesta y los
dioses gozan del encuentro, del compartir de las lenguas.