Asistentes como el detector de ángulo muerto son un ejemplo del funcionamiento del sistema electrónico del coche.
Cuando el conductor acciona el intermitente izquierdo, una señal viaja desde la centralita principal hasta los radares posteriores en milésimas de segundos. Si hay algún coche en el ángulo muerto que el conductor no pueda percibir, los radares lo detectarán y serán los encargados de activar y enviar un aviso luminoso al retrovisor. Gracias a esa advertencia, el conductor sabe cuándo puede o no puede cambiar de carril.
Un complejo entramado de cables de más de 2,2km recorre un SUV Ateca de SEAT, como si de de arterias, venas y capilares del cuerpo humano se tratara.
Modelos como Ateca tienen más de 1.350 cables que, puestos en línea recta, recorrerían más de 2.200 metros. Se ramifican en más de 30 circuitos que “garantizan la práctica totalidad de funciones que tiene un coche y trasladan la energía de un lugar a otro, como ocurre con la sangre que circula por el organismo”, asegura Pedro Manonelles, ingeniero del Centro Técnico de SEAT. La parte del tablero frontal es la zona del vehículo donde se concentra más cableado. Por aquí llegan a pasar más de 200 cables formando ramales de más de 4 centímetros de grosor.
Hasta 100 sensores y centralitas funcionan de una forma similar al cuerpo humano. Así como el cerebro manda una señal para que la mano se mueva y ésta lo hace, este sistema “permite activar funciones como el control de estabilidad, el de proximidad de aparcamiento, los modos de conducción, el sonido o el detector de ángulo muerto”, explica este.
El peso del cableado de un Ateca supera los 40kg.