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Miguel R. Valladares García

miércoles 1 de octubre de 2025

Orejas de pescado

México es un país complejo, dividido, polémico, de visiones discordantes. Difícilmente nos ponemos de acuerdo y no sabemos lograr consensos. Cada uno de los temas […]

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México es un país complejo, dividido, polémico, de visiones discordantes. Difícilmente nos ponemos de acuerdo y no sabemos lograr consensos. Cada uno de los temas que conforman la agenda nacional, representan un debate y posiciones antagónicas e irreductibles. En este sentido, Enrique Krauze escribió en el 2004 una excelente reflexión titulada “Para salir de Babel”, en la que planteaba la creación de un “Comité de Opinión Pública” que contribuyera a esclarecer y organizar el barullo que nos ensordece. (Ver: http://www.letraslibres.com/revista/convivio/para-salir-de-babel).

Considerando una realidad en donde opera la discordia como elemento esencial, resulta difícil y hasta extraño ver que todos coincidan y se unan para defender un argumento o una posición. Nuestra peculiar construcción democrática se alimenta de la confrontación cotidiana. Sin embargo, en días pasados se presentó un caso de excepción a la regla: la oposición a la designación del abogado Eduardo Medina Mora, como ministro de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN). Todos los articulistas, editorialistas, líderes de opinión, intelectuales, universitarios, investigadores, y diferentes sectores de la sociedad, se unieron para manifestar su oposición a que el Senado de la República eligiera como ministro a Medina Mora.

Si hacemos una revisión a lo que se ha escrito en estas últimas semanas sobre el caso Medina Mora, podemos concluir que a pesar de los disensos naturales de nuestra clase política, el asunto del nuevo ministro tuvo la rara virtud de alinear a todo México para manifestar la oposición a su nombramiento.

Inclusive, Alejando Madrazo Lajous inició como ciudadano una petición en la plataforma change.org, titulada “¡No hagan Ministro de la Suprema Corte a Medina Mora!, la cual en un breve plazo logró más de 58 mil firmas. (Ver: https://www.change.org/p/senado-nohaganministroamedina-marce-torres7-ernestocordero-mbarbosamx-emilio-gamboa?recruiter=9142905)

Por su parte, la Asociación Nacional de Magistrados y Jueces de Distrito del Poder Judicial Federal, envió una carta al presidente del Senado, oponiéndose a la designación del ahora ministro. (Ver: http://hugorenepaez.blogspot.mx/2015/03/carta-de-la-asociacion-de-magistrados.html)

A pesar de la unión de todos para oponerse a la designación de Medina Mora, el caso nos demuestra con nitidez que los políticos de caricatura que dicen gobernar al país, se encuentran totalmente desconectados de la realidad de todos los demás. No importaron todos los argumentos que se esgrimieron, todas las razones de fondo, todas las críticas que se hicieron al respecto; la clase política alineó a sus senadores dándoles instrucciones claras de cómo se debe de votar y de permanecer o no en la sesión, para lograr una burda matemática que arrojara el resultado que convenía a los intereses creados, no al país, no a los ciudadanos, no a la conformación de un Poder Judicial independiente integrado con los mejores perfiles.

El caso Medina Mora demuestra como no importa qué tanto se alce la voz, como no importa que todos se unan para decir no, que la sociedad en su conjunto manifieste su rechazo, que todos los medios de comunicación manden la señal de resistirse a la construcción de un país de barbarie. Todo eso es irrelevante, se han eliminado los contrapesos. Se hace lo que la empequeñecida clase política dicte, lo que a ellos les convenga conforme a sus pactos de intereses y el reparto del botín.

El caso Medina Mora no es solamente llevar a la Corte a una persona que no reúne el perfil, sino que nos demuestra lo poco relevante que somos todos los demás que no integramos el pequeño circulo que decide lo que México debe ser. Los ciudadanos somos inexistentes, a pesar de los discursos. Basta ya de pensar que oponiéndonos vamos a transformar la realidad, basta ya se construir realidades que solo están en nuestros sueños. Hemos destruido los contrapesos, indispensables para confirmar una sociedad justa y equitativa.

Medina Mora es un claro indicador de que el país se maneja por unos cuantos, a los que lo único que les interesa es mantener las cosas tal y como están. Los demás pueden joderse y seguir oponiéndose. A las exigencias ciudadanas, nuestra madura clase política responde con aquel berrinchudo estribillo infantil: «No oigo, no oigo, soy de palo…».

josemariodelagarza@gmail.com

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