En marzo de 2018, como candidato de Morena a la Presidencia, Andrés Manuel López Obrador realizó una visita a la entidad.
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En un evento empresarial, el desaparecido José Luis Romero Calzada, entonces aspirante del PRI a la diputación federal por el distrito de Soledad, se coló para denunciar al clan Gallardo, familia con la que sostenía un amargo enfrentamiento.
Sin dudar, el tabasqueño respondió que si se había enfrentado a Salinas de Gortari, Fox, Calderón y Peña Nieto y a sus mafias, no veía razón para no enfrentar “a mafiosillos”.
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De lado gallardista, también hubo “cariñitos”. Durante la campaña, Ricardo Gallardo Cardona indicó que en San Luis, AMLO carecía de arraigo y que seguramente perdería. En julio, vio qué tan errado estaba.
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Pues bien, gracias al pragmatismo extremo y a las vueltas que da la política, es casi seguro que el soledense aportará su voto en la Cámara de Diputados a las causas del tabasqueño.
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Tras el desastre que significó para la gallardía la elección de julio, su único activo de valor era la diputación federal de Gallardo Cardona. Y eso, relativamente, pues la minibancada perredista en San Lázaro coqueteó casi siempre con la irrelevancia.
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Cuando Morena comprendió que sólo necesitaba algunos votos para lograr la mayoría absoluta en la Cámara de Diputados, lo que le evitará la molestia de negociar con la oposición y podría apoyar todo lo que AMLO les enviara, empezó a cocinarse el salto de un grupo de diputados federales.
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Ayer se concretó el salto, aunque sin declararse una unión total con Morena, la nueva bancada “independiente” será, en realidad, un satélite del partido presidencial.
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Está por verse a cambio de qué aceptó Gallardo Cardona traicionar al PRD. La ofensiva legal que emprendió la alcaldía navista contra su padre con denuncias ante la Fiscalía General de la República podría dar una idea de qué está en juego.
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A nivel local está por verse qué va a pasar con el resto de la gallardía y el PRD. No es un secreto para nadie que en San Luis, el Sol Azteca es una franquicia familiar y que, dada la debacle de ese partido, echar a los franquiciatarios gallardistas implica, virtualmente, desaparecer al partido en San Luis.
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Sin saberse aún la decisión del jefe del clan familiar, Ricardo Gallardo padre, es probable que nadie se mueva en el partido. Al gallardismo le convendría mantener al PRD aquí y una cabeza de playa en Morena, pero el desenlace está pendiente.
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Y desde luego, no hay que dejar de apuntar que las necesidades políticas pueden más que los principios y la lealtad. Morena y AMLO necesitan votos en San Lázaro y el gallardismo, cercanía con el poder.
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El pragmatismo de la Cuarta Transformación da para eso y mucho más.
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¡HASTA MAÑANA!
