El alcalde capitalino, Mario García, ya no siente lo duro sino lo tupido. No hay día que pase sin que aparezcan más y más problemas acumulados e irresueltos en su administración que, seguramente, quisiera que ya feneciera. Una de las últimas manifestaciones realizadas en contra de esa administración municipal es bastante gráfica de lo que decimos: resulta que un grupo de instructoras de “zumba”, se apersonaron en la sede del ayuntamiento potosino para expresar su malestar por el no pago de las clases que imparten bajo el auspicio de esa autoridad… al ritmo de ese peculiar ritmo aeróbico. De seguir con esa dinámica de quejas, no es descartable que otro tipo de reclamos se presenten de manera inédita. Queda un mes más a la actual autoridad municipal para que, por lo menos, se deje en claro que el desbarajuste que le hereda a la siguiente administración es de su estricta responsabilidad.
A Mario le zumban los oídos, como luego se dice, en alusión a que cada problema de esos que se denuncian, como de incumplimiento municipal, le abollan más la de por sí maltrecha imagen pública que arrastra al cierre de su gestión. Se entiende que cargue con todo el peso de la responsabilidad porque es el jefe de la comuna, pero también es consecuencia de la incapacidad de no pocos de sus funcionarios para in-cumplir con la parte que les corresponde. Ahora mismo, en lo que respecta al proceso de entrega-recepción, se sabe que algunos de sus subordinados no están propiciando el mejor clima de entendimiento para que se concrete una correcta transición entre las administraciones saliente y entrante; esto es, que ni siquiera se facilita la información disponible para que se pueda tener un inventario detallado del estado en que se deja (tirada) la actual administración municipal.
Para colmo de males, la actual alcaldía ha sido calificada como una de las peores, la cuarta para ser precisos, según encuesta reciente de la empresa consultora “Gabinete de Comunicación Estratégica” (Pulso, 27 de agosto de 2015). Ni modo, es la cereza en un pastel largamente mosqueado. En su descargo, Mario ha deslizado que no tuvo margen de maniobra para gobernar el municipio de manera “autónoma”, porque el gobernador Toranzo lo dejó “chiflando en la loma”. Ni dudar que así haya sido, habida cuenta del carácter peculiar de que hace gala el médico, todavía presto a encabritarse cuando cualquier ciudadano le cuestiona algún pendiente de la larga ristra de compromisos no cumplidos. Pero es, por lo menos curioso, que el actual alcalde haya dejado correr los problemas propios de su encargo, al punto de que se le volviesen engorrosos. El asunto de la deuda heredada hizo su parte, pero tal parece que se exageró la nota como justificante.
Mario es reconocido por su gestión como rector de la UASLP, pero la autonomía universitaria no parece tener equivalencia en la autonomía municipal. El libre examen y discusión de las ideas no parece tener cabida en un cabildo en el que se deciden las cosas de manera partidista y, en el caso que nos ocupa, pareciera que no se podía ir más allá de cualquier decisión que afectara la relación política con el partido gobernante en la entidad potosina; es decir, que a la indignación social por el desfalco en que se recibió la administración municipal capitalina, ni siquiera se promovió el debate de los términos en los que se podría haber actuado de manera contundente, contra los responsables del quebranto del tesoro municipal. Se tenía como de riesgosa confrontación con el “jefe priísta”, léase el gobernador Toranzo, cualquier esbozo de revolver las aguas de la unidad partidista.
Entre el rector “científico” y el alcalde “político”, para seguir con la clásica distinción de Max Weber, parece no haber punto de comparación. En todo caso, la vocación política del alcalde parece haber naufragado también por la reminiscencia de una postura “científica” de ver las cosas con más frialdad que con pasión electorera, con más cálculo de la difícil circunstancia que le fue impuesta por el propio re-juego priísta de la sucesión, que con las naturales ansias de novillero que pretendía llevarse orejas y rabo con la nominación de candidato a gobernador. Pero “así es la política”, remataba Weber, “una dura y prolongada penetración a través de tenaces resistencias, para lo que requiere, al mismo tiempo, pasión y mesura”… la difícil conciliación entre la ética de la convicción y la ética de la responsabilidad.
En suma, a Mario le llueve sobre mojado. Le zumban fogonazos por doquier y parece que así será hasta el último día de su mandato. Que si la suspensión del servicio de recolección de basura, que si la suspensión del servicio médico a los burócratas municipales, que si las licencias irregulares a fraccionadores, que si el ambulantaje, que si las arañas, etcétera. En fin, puede parecer excesivo que Mario cargue con toda la responsabilidad, pero bien podría, en lo que resta de su encargo, llamar a cuentas, ya no digamos a sus antecesores, sino a algunos de sus actuales colaboradores que se resisten a dejar que las cosas se acomoden como corresponde, entregando todo en orden.





