L a coordinadora de la nueva bancada priísta en el congreso potosino, Rosa María Huerta, ofrece “las perlas de la virgen”. La presente legislatura “será más barata”, dijo, en alusión a los excesos, sobre todo financieros, en que incurrió, reiteradamente, la diputación local que acaba de terminar. Parece promisorio el mensaje si concedemos que la diputación recién concluida cayó en el nivel más deleznable de voracidad que se recuerde, otorgándose, discrecionalmente, cuanta bono, compensación o gasto se le ocurrió. Desde los clásicos “apoyos” para festejar, desde el día del niño hasta el de la madre (aunque muchos no tuvieran ídem) pasando por viajes, cirugías cosméticas y cualquier otra “chaineada” que no pocas veces, siquiera, era para beneficio propio, sino de alguna que otra “aventurilla” que les apareció por allí. Se puede conceder que el coraje ciudadano no es porque lo hagan (muy su gusto), sino que sea con cargo a nuestros impuestos y, además, de manera notoria como para que nos corroa la envidia. Por eso, se oye muy bien lo que ofrece la diputada Huerta, el problema es que no vaya siendo que termine peor la cosa, como ahora se acostumbra, en mala copia de lo que se pretende superar. Ojalá y que no se trate de “simi-diputados”, es decir, de “lo mismo, pero más barato”. Si bien es cierto que los sueldos que perciben son ofensivos, contrastados con los ingresos de la mayoría de la población, abaratar su costo no debe traducirse en abaratar (más) la calidad del trabajo legislativo.
Que los ex-diputados dejaron las arcas vacías, cargando hasta con el perico, no debe sorprender a nadie. Se trata de una práctica reiterada que, desde hace tiempo, viene escalando con cada legislatura que toma la estafeta. Por eso, la buena intención de la diputada Huerta hay que tomarla con reservas porque, eso de pensar que se puede acabar con suculentas prebendas y canonjías, sobre todo si se tiene la sartén por el mango como para decidir qué hacer con los recursos financieros que se habrán de administrar en ese poder público, suena medio raro, como que, de pronto, quienes han robado para su beneficio personal podrían seguir haciéndolo para darles lo robado a los pobres, así sea que se trate, luego, de puro atole con el dedo. Pero bueno, hay que conceder el beneficio de la duda a los actuales diputados porque, ciertamente, hay una interesante mezcla de cuadros ya probados en el ejercicio de la representación política y otros nuevos que, por lo menos, no están (aún) “chamuscados”, incluso hasta se podría decir que algunos alientan buenas expectativas por las ansias de novillero mostradas para reivindicar la dignidad, tan maltrecha, de ese poder público. Tal vez, por eso, la primera escaramuza protagonizada entre la mayoría priísta (que ahora, eufemísticamente, dicen que se trata de la “primera minoría” o “minoría más grandota”) y las demás bancadas opositoras no podía dejar de ser vista por el PAN como vuelta al “agandalle”, cuando lo que no se ganaba… se arrebataba.
Entre la fuerza y el consenso, la bancada priísta puede optar, cómodamente, por la fuerza que le da su mayoría en alianza con el Partido Verde y con el Panal. Puede hasta dejar “que llegue la sangre al río” con discusiones y “debates” altisonantes, antes que de intercambio de ideas y propuestas, porque así lo dicta una peculiar “pluralidad” que los anima; pero lo que no pueden permitirse, porque sería un lujo, es dejar que la oposición “leal”, léase panistas y adláteres, los monten en “puerca pinta”, como para socavar su condición de correa de transmisión de los designios del otro poder público al acecho; es decir, de un ejecutivo local que parece no tener de qué preocuparse si cualquier mediación opositora puede pasar por esa política de fuerza que la constriñe; o bien, optar por empujarla a un espacio, debidamente “aceitado”, para administrar sus reclamos. Por tanto, como las botargas del “doctor Simi”, los diputados podrían terminar bailando al son que les toque el dueño del changarro. En fin, citando a don José Carmen García Vázquez, nada más cierto que aquello de que “lo que separa la ideología, el presupuesto lo une”. Tal parece que abaratar la presente legislatura dependerá más de la oposición al priísmo porque, como se dice por allí, si antes los panistas tenían poder y se volvieron locos, ahora que lo tienen acotado será difícil para ellos saber de qué lado “masca-rá la iguana”.
Sin embargo, una primera pista la da el diputado Miguel Maza, pastor de la bancada panista, cuando refiere que siempre no serán “oposición leal”, sino “real”; esto es, que si sus expectativas de presidir algunas comisiones en el Congreso local los pintaban como “promotores” de amplios acuerdos con el PRI; de pronto, como no les dejaron presidir, siquiera, la “comisión de asuntos sin importancia”, dicen que sacarán la casta y se pondrán rudos y… ¿cursis?, apelando a ensayar la graciosa huida de los recintos parlamentarios en cada sesión que resulten “agandallados”, dizque para no avalar autoritarismos. En fin, la práctica circense a que nos tienen acostumbrados los diputados locales ha iniciado. Esperemos que sólo se trate de actitudes y conductas propias de quienes se entretienen con juguete nuevo y no entienden, todavía, que su representación es un mandato del ciudadano, no la simple delegación de un poder social y soberano, cuya legitimidad descansa siempre en ese populacho al que tanto dicen que respetan, pero que, reiteradamente, patean en salva sea la parte si de exigirles que rindan cuentas y resultados se trata.





