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Miguel R. Valladares García

domingo 19 de octubre de 2025

Entre el tantra y un mantra

Un mantra, como muchos saben, es una palabra en sánscrito que refiere a sonido –sílabas, palabras, frases- que según diferentes creencias tiene cierto poder espiritual […]

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Un mantra, como muchos saben, es una palabra en sánscrito que refiere a sonido –sílabas, palabras, frases- que según diferentes creencias tiene cierto poder espiritual o emocional. Un mantra puede o no tener un significado literal o bien contextual. Este término proviene de -man- (‘mente’ en sánscrito) y el sufijo instrumental –tra-. Preferentemente se usa para designar las fórmulas en verso y en prosa que se pronuncian durante las ceremonias litúrgicas; considerando que –según las creencias- precisamente, es en los rituales donde los gestos, palabras y pensamientos adquieren su máxima eficacia.

La primera aparición de la palabra mantra se encuentra en el “Rig Veda” (texto más antiguo de la India), entendido como ‘instrumento del pensamiento; ‘oración, ruego, himno de adoración, palabra aplastante o canción’. Mientras que en el budismo tibetano, se considera que cada mantra corresponde a un cierto aspecto de la iluminación. Se recita para identificarse con ese aspecto de la mente iluminada.

En la psicología, el término “mantra” se utiliza como figura retórica para significar la repetición neurótica del sujeto a fin de fijar y reforzar un pensamiento circular o repetitivo.

Según la tradición budista pollivetana, un mantra no tiene efecto completo si la práctica de su recitación no es autorizada por un maestro (lama en tibetano, gurú en sánscrito), respaldado a su vez por un linaje de maestros que, en el caso del budismo, supuestamente se remonta hasta el propio Buda.

Según los budistas, además de recitarse, un mantra se puede dejar escrito o hacer ondear con banderas, en la creencia de que produce el mismo beneficio espiritual que si se pronunciara

El tantra o tantrismo es una de las variadas tradiciones esotéricas orientales que enseñan a utilizar el deseo como sendero hacia la realización personal. En sánscrito significa ‘tejido’ así como ‘telar, urdimbre, la parte esencial, el rasgo característico, armazón, doctrina, regla”, etc.). El equivalente tibetano, tiene el sentido de continuidad, y puesto que en el budismo se asocian los términos tantra y prabhanda, el término tibetano se puede entender en el sentido de “continuidad de la luminosidad”.

El Tantra Yoga, una antigua ciencia arte estrechamente vinculada con el conocimiento del Ser y la espiritualidad nos proporciona muchos conocimientos al respecto.

Pero ¿Por qué hablar de ´mantras´ y de ´tantra´ en un México occidental hasta la medula y cuya espiritualidad parece ser más una imagen para celebrar el 12 de diciembre que como emblema de un pueblo o de una raza mestiza? ¿Se caracteriza nuestro país por su espiritualidad o por la falta de la misma?

Me voy más un poco por la segunda opción aunque no deja de resonar en mi cabeza que hay una tendencia fuerte por buscar identidad en espiritualidades importadas que den respuesta a las preguntas eternas sobre la humanidad y su sentido de vida. ¿A qué voy con todo esto?

Pues bien: debido a mis ocupaciones, en ocasiones, debo recorrer la ciudad de ´cabo a rabo´ y en mi trayecto, es inevitable dejar de ver uno tras otros espectaculares y anuncios de menor tamaño en los que aparecen rostros y frases, que se repiten como mantras a lo largo de avenidas, bulevares y puntos estratégicos de otras calles de menor renombre.

Todos esos rostros y frases repiten la urgencia del cambio, de la necesidad de otorgar la confianza a uno de tantos candidatos que se exhiben -como en pasarela-, de reconocer lo que “ahora sí” brindará el bienestar esperado y anhelado; e infinidad de fórmulas, que cual mantras, no hacen más que intentar acuartelarse neuróticamente, en las mentes de los receptores que, cautivos en estas avenidas, no hacen más que confundirse en un mar de mentiras avaladas por instituciones oficiales que cuál gurús “validan” la repetición del mantra y por tanto, garantizan sus efectos.

Por su lado, estos gurús de la mercadotecnia política “apelan” al deseo siempre insaciable de las clases menos desposeídas en recursos de todo tipo (materiales e intelectuales), para montar un escenario en donde todos bailan al son de diferentes ritmos populares, como cumbias, ballenatos, salsas y otros compases de moda en las clases populares, y que ponen a bailar hasta a los más fresas.

De tal forma que, el mercado político, amañado como su naturaleza le dicta, utiliza los recursos de tradiciones religiosas (sabiéndolo o ignorándolo) que conducen falsamente al individuo por el camino que los orienta en la búsqueda de esa felicidad que todos -consciente o inconscientemente- buscamos y deseamos.

Así, tanto mantra como tantra; deseo e iluminación se van alcanzando a través de frases cargadas del poder y de la audacia que por presupuesto, cada partido pone en juego. Sólo que, para no desvirtuar esa contaminada naturaleza en la que se nacen lo partidos en este país, este tantra y esos mantras se degradan, se falsean, y se pervierten con un falso manto de honestidad que ya pocos creen pero que pocos se atreven a denunciar o enfrentar, mediante el uso efectivo de su voto.

¿Qué hacer? No tengo una respuesta que satisfaga ni mi deseo “ni mi necesidad de felicidad”. Intuyo que la idea es involucrarnos más, permitir menos, oponernos de manera fáctica a lo que nos empobrece o nos degrada. Pero la vida parece ser más sencilla si ignoramos todo esto y simplemente seguimos cantando frases del “movimiento naranja” o del “yo soy turquesa”. Quizá convenga elaborar nuestros propios mantras como escudo ante esta amenaza visual y verbal a la que estamos sometidos el día de hoy.

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