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Miguel R. Valladares García

domingo 19 de octubre de 2025

Conservar la Legitimidad

Es verdad de Perogrullo que en los sistemas que se asumen como democráticos, la legitimidad de un gobernante se obtiene por la legalidad en la […]

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Es verdad de Perogrullo que en los sistemas que se asumen como democráticos, la legitimidad de un gobernante se obtiene por la legalidad en la forma en la que consigue el poder y el reconocimiento generalizado de los ciudadanos de que es el idóneo para gobernar.

El primer requisito se cumple cuando la elección se circunscribe a las normas definidas para obtener el carácter de electo, es decir, con votos que son emitidos por los ciudadanos y la validación que de ellos hacen las instituciones electorales.

El segundo, inicia por la creencia generalizada de las personas de que quien obtuvo el triunfo en ese proceso electoral lo hizo de manera correcta y que además reúne mejor que ningún otro los atributos para encabezar el gobierno.

No obstante de que ello es el punto de partida para gobernar sin sobresaltos un Estado, cabe subrayar que hoy en día no eso ya no es suficiente.  Actualmente el ejercicio del poder requiere mantener viva día con día la percepción de que se hacen las cosas bien, y que se tienen la habilidad para gobernar.

Porque la legitimidad ya no solo es un punto de partida, sino una línea continúa que debe trazarse día con día mediante la construcción de consensos, la toma de decisiones y la aplicación correcta de los instrumentos del poder.

La tarea no es sencilla, porque invariablemente se debe generar y conservar la percepción de que se hacen bien las cosas; es decir, no nada más se deben tomar las mejores decisiones, si no que se debe convencer, comunicando bien, a propios y extraños que se decide lo mejor. Que cada decisión, cada mensaje, cada reunión, cada imagen y cada palabra va en esa dirección.

El gobernar con la aprobación de la mayoría de los ciudadanos, requiere de la habilidad de comunicar bien, de enviar los mensajes correctos, en los momentos idóneos a los públicos precisos.

Hoy las nuevas tecnologías exigen a los gobernantes ser más abiertos, pero también, más cuidados, más precisos y puntuales, porque en cada imagen, en cada mensaje se construyen consensos, o se generan rechazos.

No se trata de ser rehén del twitter, del facebook, del vine, youtobe o de la televisión, sino de aprovechar esas tecnologías para adentrarse en una nueva forma de interacción con los ciudadanos, lo que algunos llaman la democracia interactiva, para obtener consensos.

El objetivo es consolidar percepciones que confirmen que se camina de la mano de los ciudadanos; que se tiene un buen gobierno, porque a fin de cuentas esas percepciones son las que terminan delineando en gran medida el grado de legitimidad de un gobierno, y por ende la permanencia o no de un proyecto político.

En San Luis Potosí, nos sobran casos que ilustran arribos esperanzadores con finales espurios y vergonzosos que más vale no perder de vista, porque representan la muestra más reciente de quienes nunca comprendieron la responsabilidad y alcances del ejercicio del poder en un nuevo contexto social.

Hoy en la entidad se abre una nueva oportunidad para un gobernador electo de conservar durante su mandato la percepción de que encabeza un buen gobierno, que puede ir de la mano de los ciudadanos, escuchando y resolviendo problemas.

Creo que así puede ser, que hay todos los instrumentos para dar paso a una democracia más interactiva, pero ello dependerá realmente de su adaptación a una nueva realidad donde la construcción de percepciones es determinante.

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