Ante el hecho de que va a recibir el Ayuntamiento en condiciones financieras precarias, lo que inevitablemente acotará sus posibilidades de emprender pronto obras o programas costosos, el próximo alcalde capitalino Ricardo Gallardo Juárez tiene a la mano un valioso recurso para iniciar con fuerza y entre aplausos su gestión: meter a la cárcel a Victoria Labastida Aguirre y compañeros de pillerías. O por lo menos intentarlo con seriedad.
A estas alturas ya no es ningún secreto que si Mario García Valdez no acudió nunca ante el Ministerio Público a denunciar el saqueo que Victoria y cómplices perpetraron en las arcas municipales fue porque el gobernador Fernando Toranzo se lo impidió, con el argumento de que eran instrucciones “de mero arriba”. En vez de eso, para medio distraer a la opinión pública, se dejó que la Auditoría Superior del Estado presentara una denuncia de hechos ante la Procuraduría estatal, donde lleva casi dos años durmiendo el sueño de los justos.
Bien a bien nunca se ha sabido si la impunidad otorgada a VLA fue instruida por Gobernación o por Hacienda, derivado de compromisos, complicidades y decisiones propias o atendiendo a su vez a instrucciones de Los Pinos. Lo cierto es que no ha sido tocada, ni ella ni ninguno de sus colaboradores, ni con la hoja de una orden de presentación.
Puede seguir vigente la alta voluntad oficial de mantener intocada a la ex alcaldesa, pero los mecanismos para conseguirlo han cambiado radicalmente. De entrada, el próximo alcalde es de un partido diferente al de Victoria y sus protectores, lo cual imposibilita darle órdenes desde cualquier instancia federal o estatal para que no moleste a la señora. Por supuesto que lo pueden intentar, pero tendrían que operar cuidadosamente, dar razones poderosas y convincentes o de plano solicitar el favor y corresponderlo, pero no tirar línea como lo hicieron con García Valdez a través de Toranzo.
¿Por qué habrían de ser cuidadosos, razonables, convincentes y hasta humildes? Porque si se pasan de tueste, quieren imponer su voluntad y se conducen con altanería, a Gallardo Juárez le bastaría un par de llamadas para que la intentona de premiar la corrupción por parte de instancias federales sea denunciada desde las tribunas de la Cámara de Diputados y del Congreso del Estado. El escándalo sería enorme. Nadie, Servidor incluido, sabe si tales situaciones habrán de ocurrir, pero de que pueden, pueden.
Por supuesto que Gallardo Juárez puede entrarle al juego de complicidades e impunidades, a cambio de apoyos federales para superar las dificultades económicas con que arrancará su administración, pero sin lugar a duda que le estará dando de puñaladas a su proyecto político “de 12 años”.
Existe además otro factor de la mayor importancia: la circunstancia de Ricardo Gallardo Cardona. Al futuro alcalde de esta capital puede resultarle muy difícil de entender que su hijo esté cumpliendo ocho meses en prisión acusado de desviar 200 millones de pesos de fondos públicos, mientras que Victoria Labastida Aguirre, quien dejó en el Ayuntamiento un hoyo negro superior a los 800 millones y se estima que se llevó a su casa unos 250, se pasea libremente aquí y en el extranjero. Está muy dispareja la cancha.
De lo que no cabe ninguna duda es de que si RGJ va seriamente contra Victoria, lo van a aplaudir perredistas, panistas, priístas y apartidistas. Eso sí sería ponerle cimientos de concreto armado a su proyecto de largo aliento.
Antes de cambiar de tema es necesario hacer una puntualización: Gallardo Juárez no dispone de los instrumentos necesarios para meter a Victoria Labastida y cómplices a la cárcel. Lo que sí puede hacer es presentar la denuncia correspondiente, para cuyo sustento abunda documentación, y estar exigiendo que avance. Si la meten a la congeladora, puede obligar a que la saquen mediante promociones formales y por escrito ante la Procuraduría. Si lo ignoran, dispone todavía de dos recursos adicionales: la denuncia mediática y la justicia federal. Ante esta última puede acudir válidamente para que un juez de Distrito obligue al Ministerio Público a tomar decisiones.
Por último, una apostilla: Llegado el caso, el ya para entonces gobernador en funciones Juan Manuel Carrera deberá decidir de qué lado del escritorio sentarse.
NO LES VAYA A PASAR LO MISMO
En las elecciones del domingo 6 de julio del 2003, hace doce años, por primera vez en la historia el PRI perdió la mayoría en el Congreso del Estado. Ganó nueve diputaciones de mayoría relativa y consiguió tres de representación proporcional; con su único aliado el PVEM que solo alcanzó una pluri, sumó trece en total. La mayoría simple es de catorce. Enfrente tenía once diputados del PAN (6 de mayoría y 5 pluris), dos del PRD y una de Conciencia Popular ostentada por Oscar Vera Fábregat.
No obstante esa distribución, la fracción del PAN, comandada por Eugenio Govea (Sí, el mismo), decidió que por ser la primera minoría el PRI presidiera la todavía entonces denominada Gran Comisión, antecesora de lo que es hoy la Junta de Coordinación Política, el órgano de gobierno interno de la legislatura. Los priístas a su vez, que se habían quedado sin gobernador, eligieron como su coordinador a Manuel Medellín Milán, básicamente por ser el de mayor experiencia, ya que venía de ser senador y antes había sido diputado federal. Con ese carácter, la presidencia de la Gran Comisión recayó automáticamente en MMM.
Todo esto ocurrió a principios de agosto de aquel año. Inmediatamente después, los diputados panistas, perredistas y Vera, comenzaron a pedirle a Medellín que se sentaran a negociar la distribución de las numerosas comisiones y los cargos administrativos. Inexplicablemente (o mejor dicho, explicable por soberbia o torpeza) el experimentado legislador se hizo el desentendido y le dio largas al asunto. Cuando lo apremiaban personalmente, solía responder que eso no era urgente, que en la Cámara de Diputados primero se resolvía lo de la JuCoPo y hasta ya iniciado el período de sesiones se definían la integración y presidencia de las comisiones de trabajo.
Sus contrapartes le insistieron en que eso era allá, pero que aquí lo acostumbrado era llegar a la instalación de la legislatura (el 14 de septiembre) ya con todas las comisiones y cargos administrativos decididos. No lograron convencerlo y comenzó a eludirlos.
Así las cosas, convocados por Govea, los 14 diputados de partidos distintos al PRI se reunieron en privado a finales de agosto del 2003 y acordaron desconocer el acuerdo con Medellín Milán y pactaron elegir al propio Eugenio. De inmediato se pusieron a trabajar en el reparto de las comisiones legislativas y los principales cargos administrativos, y días antes de entrar en funciones ya tenían todo planchado.
Cuándo se enteró de lo ocurrido, Medellín no lo podía creer; intentó revertir su remoción pero no le alcanzó con sus trece votos y nunca pudo conseguir ninguno más pues a todos los otros los tenía molestos con su estilo sobradón. Para evitar que el conflicto se agudizara, Govea les garantizó a los priístas que a ellos les correspondería presidir la Gran Comisión el último año de la legislatura. Así fue, sólo que los tricolores nunca le perdonaron a Manuel la humillación que les trajo su arrogancia, de manera que llegado el momento eligieron a José Luis Ugalde para ocupar ese encargo.
Hasta donde sabemos, actualmente el PRI y sus aliados del Verde y Nueva Alianza, que igual que en aquél entonces suman 13 diputaciones en total, no ha avanzado mayor cosa con las otras fracciones porque carece de coordinador formal (lo de Joel Ramírez es una inferencia no oficializada, sujeta además a lo que en estos días decida el tribunal electoral federal respecto de su diputación), lo que lo deja expuesto a que del otro lado se pongan de acuerdo y les repitan la dosis de hace doce años. Y de entonces acá el presupuesto y los cargos administrativos con sueldos atractivos se han multiplicado. Es decir, el botín es bastante apetitoso. Ojo, pues.
COMPRIMIDOS
El pasado fin de semana, dos o tres días después de aparecida mi columna anterior, un viejo y respetado maestro universitario se me acercó en un establecimiento comercial y me dijo con tono levemente sarcástico: “Coincido contigo, Juan José; a mí tampoco me gustaría ser gobernado por Caperucita Roja”.
Por supuesto que ventilar públicamente asuntos que corresponden a la vida íntima de una persona es inadmisible y reprobable, además de que suele ser de mal gusto. Toco el tema con pinzas por su naturaleza, pero me parece necesario precisar que saltó a las redes sociales y alcanzó a los medios no por la perversidad de algún periodista o de algún contrincante político. No, nada de eso. Fue un desencuentro de pareja condimentado con actitudes de despecho.
Imposible también dejar de consignar que el manejo mediático del incómodo asunto se potenció por la idiotez (¿o sería mala fe?) de la dirigencia local panista al convertirlo en materia de un posicionamiento oficial, boletín de prensa incluido. Serán despistados, por no decirles peor.
Hasta donde ha sido posible saber, el Presidente Municipal electo de esta capital ya tiene definidos sus principales colaboradores. La Secretaría General del Ayuntamiento se la encomendará al ex magistrado y ex secretario general de Gobierno Marco Antonio Aranda, mientras que a la Tesorería llevará a Emmanuel Ramos Hernández, ex de lo mismo en Soledad. El Oficial Mayor será Noé Lara Henríquez, quien ocupó ese mismo cargo en Soledad los dos trienios anteriores. Al parecer hay el propósito de fusionar en una sola dependencia lo que actualmente son las direcciones de Obras Públicas y de Desarrollo Social (suena medio raro), que se encomendaría a Juan Manuel Navarro Muñiz, quien fue Director de Infraestructura Municipal en Soledad.
Es un hecho que se incorporará al equipo la ex dirigente de Nuestro Centro, Marvelly Costanzo, al parecer a la Dirección de Cultura. Para la abrumada y complicada Dirección de Comercio se menciona a María Dolores García, regidora electa en el Ayuntamiento de Soledad, donde tendría que pedir licencia. El columnista Fernando Díaz de León Cardona es mencionado insistentemente para la oficina de Prensa. De entrada, queda claro que Ricardo Gallardo Juárez sólo se siente cómodo con los soledenses. A ver si le funcionan.
Hasta el próximo jueves.





