Suena el carrillón de la Catedral Metropolitana anunciando las 10 de la mañana y en la sacristía los acabados de madera y un haz de lux que atraviesa los vitrales entibia el ambiente. El presbítero Antonio Torres Herrera tiene una sonrisa alegre, muy distante a imaginar su cuenta de quince casos de exorcismo en su corta y tardía carrera en el oficio de expulsar al demonio de cuerpos de los cristianos.
En la actualidad, la Arquidiócesis de San Luis Potosí cuenta con dos sacerdotes avalados por la Santa Sede para llevar a cabo exorcismos: Roger Méndez Jiménez y Torres Herrera, quien funge como presidente del Colegio de Canónigos de la Catedral Metropolitana.
Al concluir la misa de las 9 de la mañana, Torres Herrera desciende del altar de la iglesia no sin antes persignarse, camina portando una sotana color verde para luego ingresar a la sacristía. Ahí, comienza a relatar lo que para muchos simplemente no es, no tiene cabida, no tiene lógica ni ciencia, es decir, la presencia de entes demoniacos en el interior de un ser humano.
El religioso obtuvo su ordenación del Seminario Mayor de San Luis Potosí el 30 de octubre de 1960, es un “novato” en la materia, pues a sus 81 años de edad apenas el 20 de mayo de 2015, durante la celebración del “Magno Exorcismo” efectuado en la referida parroquia, fue designado junto a su colega Méndez Jiménez, como exorcista con licencia por El Vaticano.
Antes de iniciar un encuentro con el Maligno, debe encomendarse al Todopoderoso para protegerse de los probables ataques en la disputa entre el bien y mal. Después escucha al poseído para saber qué ve y qué siente, es decir, diagnosticar la presencia de entes demoniacos en su ser.
Una vez concluida la conversación con el condenado, Torres Herrera explica que si los síntomas no concuerdan con la posesión y más bien se trata de una enfermedad física, se envía a la persona con un médico, un psicólogo o un psiquiatra, según la gravedad del caso que presente.
“Yo tengo que encomendarme a Dios; él es que hace todo, yo soy un instrumento solamente, pero es Dios quien realiza esa acción de ahuyentar al espíritu malo, que pueda estar en aquella persona”, recuerda mientras mira hacia el techo de la sacristía y se toma las manos.
Si el diagnóstico de un especialista médico no detecta una enfermedad que explique la conducta de la persona, el exorcista procede con el rito para expulsar a Satanás. En el acto, se observa que el afectado demuestra fuerza fuera de la común a su condición física, habla un lenguaje desconocido, modifica la tonalidad de la voz y evidencia aversión hacia la cruz, Dios, los Santos, la Virgen y las imágenes sagradas.
Con el demonio dentro
La última atención que brindó como exorcista fue a una mujer adulta, la cual previamente había asistido con otros dos clérigos y luego fue canalizada con él por las condiciones que presentaba.
Al tener contacto con ella en el confesionario, la fémina le comentó que le dolía demasía la cabeza y sentía malestar en el cuerpo, pero además de ello, Torres Herrera percibió que tenía el vientre abultado, por lo cual le preguntó que si estaba esperando, a lo que la mujer le indicó: “¡Satanás!”, refiriéndose a que estaba en sus entrañas.
Sumado a eso, la poseída cambio su actitud y su voz, fustigándole: “¡Sí, soy Satanás!”. Ante la revelación de Lucifer en plena Catedral Metropolitana, el exorcista inició con el procedimiento, y después de 30 minutos parecía que se había tranquilizado, sin embargo, cuando le ordenó al Maligno salir de la víctima, ésta se lanzó hacia la ventanilla de madera para intentar agredirlo.
“Sí ha habido casos muy serios, en que sí se ve que hay algún espíritu que estaba causando mal (…) Siempre cuando se da el bautismo hay un exorcismo, pero es para ahuyentar al demonio que está en una persona”, revela el sacerdote.
¿Usted ha sentido miedo cuando hace estos exorcismos?
-Pues…en cierto modo uno ya está…ya…tengo la confianza de que Dios va a hacer aquello (el exorcismo) Entonces sí, ciertamente se siente algo especial ¿Verdad? (…) Me pongo en la persona que está sufriendo aquello (la posesión) para que no crea que soy yo el que lo voy a hacer, sino que yo también estoy sintiendo el mal de aquella persona.
¿Entonces, el demonio, el diablo o como se le denomine, si existe?
-¡Claro que sí existe! ¡Válgame! (…) Lo están viendo ellos, las personas que vienen, sienten algo extraño. Entonces nos damos cuenta que necesita el exorcismo porque hay algún espíritu.
¿Estas personas que nos comenta, tuvieron contacto con la ouija la santa muerte?
-Muchas veces es porque han andado con la santa muerte famosa, y después ya no hayan cómo salir o la guija por ejemplo, que venden su alma al diablo y después ya no pueden salir (…) La mayor parte sí (tuvo contacto con esto) o con brujos.
¿Cómo es el diablo?
-Es un espíritu, es un espíritu… no tiene ninguna forma porque se puede presentar en muchas formas. En una persona normal, por ejemplo que dice el Evangelio ‘voy acumular riqueza (…) come, bebe, date la buena vida’ (…) y es el demonio que le está insistiendo en que acumule riqueza. Cuando lo pintan con cuernos no, no…eso es imaginación de unas personas.
De acuerdo con el decreto del nuevo ritual de exorcismos, presentado el 26 de enero de 1999 por el cardenal Jorge A. Medina Estévez, prefecto de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, la licencia para tal oficio solo puede concederse a un “sacerdote piadoso, datado de sabiduría, prudencian y de vida integra y también preparado muy especialmente para esto”.
El protocolo de expulsión lo tiene en la cabeza. “El rito empieza con la aspersión con agua bendita, puesto que vista como símbolo de purificación en el bautismo, el vejado se siente defendido de las insidias del enemigo. Se puede bendecir el agua junto con la mezcla de sal, antes del rito o en el mismo rito antes de la aspersión, según sea oportuno”.
Poseídos al diván
Satanás, el diablo, el Maligno, Lucifer, Luzbel, entre otros nombres a lo largo de la historia de la humanidad, se han asignado para definir al ser que según el catolicismo, es el culpable de toda la maldad existente en el mundo. Sin embargo, psiquiatras consultados valoraron que cada individuo decide en qué creer, independientemente de si esa creencia es buena o mala.
Según el Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales, los trastornos de trance y posesión se caracterizan generalmente por la sensación de estar poseídos por otra persona, espíritu, deidad; muestran un lenguaje incoherente, ilógico y presentan una serie de situaciones de tipo alucinatorio visuales o auditivas, explica Pedro Noé Ubaldo Pérez, presidente del Colegio Potosino de Psiquiatría.
“Algo que caracteriza mucho que a estas personas, es que se les altera su estado conciencia (…) Estas personas tienen, así como en la hipnosis que hay personas se le aplica (…) y pueden permanecer en este estado hasta alguna intervención terapéutica (…) Entonces aquí (trastornos de trance y posesión) sufren una alteración de su conciencia, pero de una manera involuntaria”, desglosa.
Es decir, el inconsciente de esa persona lo está empujando porque es más frágil a la situación de que está siendo poseído por un demonio, un dios o un espíritu y que tienen manifestaciones conductuales, sensoriales y mentales, precisa el psiquiatra.
Ubaldo Pérez sostiene que este tipo de personas –poseídas-, en su infancia sufrieron abuso sexual, violación, violencia física, maltrato intrafamiliar o psicológico que alteró su estado de salud mental, por lo que, en su conciencia se ven muy frágiles a sucumbir ante ciertas situaciones. Por ejemplo, estos individuos se sugestionan con facilidad.
Reitera que los referidos están convencidos que hay un demonio en su interior, no obstante, en el fondo tienen una plataforma frágil y endeble de su estado psicológico, psiquiátrico, mental, que fácilmente se puede transformar.
El presidente del Colegio Potosino de Psiquiatría aclara que no son diagnósticos que reúnan los criterios de esquizofrenia o de consumo de drogas, ya que son casos diagnosticados como trastornos de trance y posesión.
Hommo Credens
El especialista recuerda que en los tiempos de Hipócrates se argumentaba que las personas con epilepsia, trastorno afectivo bipolar o esquizofrenia, estaban poseídas por algún espíritu, el cual estaba enfermo.
Asimismo, rememora que en la época de la Santa Inquisición con el libro del Martillo de las Brujas (Malleus Maleficarum), se torturaba, castigaba o quemaba en la hoguera, a aquella gente que tenía alucinaciones visuales-auditivas como un esquizofrénico; quien mostraba una manía circular o trastorno afectivo bipolar; personas epilépticas, crisis convulsivas y pérdida del estado conciencia, pues se pensaba que los poseía un espíritu negativo.
“Es un tema que de alguna manera despierta un tanto el interés público, por lo que implica. El hecho de que una persona aparentemente y por cuestiones históricas como se creían antiguamente, que estaban poseídos por algún espíritu”, contrasta.
Ubaldo Pérez revela que ha atendido alrededor de cuatro pacientes que asumían estar poseídos por un ser demoniaco. Estos casos suscitados del 2001 a 2008, que fue el último, los pacientes han estado en psicoterapia por años para que tengan cierta mejoría y comprendan sus conflictos del pasado, en aras de ser personas más fuertes ante nuevos conflictos.
Pese a los argumentos anteriores, el psiquiatra puntualiza que: “Hay espíritus buenos y malos. Eso yo no puedo comprobar, pero tampoco decir que no lo exista. No dudo que no haya situaciones de exorcismos reales, no dudo que no los haya”.